jueves, 4 de septiembre de 2014

Aurora

AURORA...

Que lento pasa el tiempo cuando te atenaza el miedo. Porque si, tienes miedo. Aunque a veces no lo notes, distraído, conversando o simplemente contemplando las siluetas de las montañas. El miedo brota inesperadamente, como la fiebre, al caer la noche.


Porque sí, tienes miedo, aunque el valor se te suponga, aunque estés aquí en este risco, vigilando al enemigo, por Dios, por el Rey y por todas aquellas cosas que te han dicho, que te dijeron los que te hicieron sentirte obligado a venir. Aun puedes imaginar sus caras, sus ojos que ahora estarán contemplando lo que tu anhelas contemplar. Caras, unas feroces, imperativas otras mansas y compasivas. Sin saber cómo estas aquí,  convencido y desengañado y vuelto a convencer y vuelto a desengañar, en un ciclo sin fin con unas etapas cada vez más fugaces de euforia y desánimo.


Estás aquí, con la consigna de dar parte de cualquier movimiento sospechoso en la inmensa montaña al otro lado del valle, como si eso fuera fácil. Defender el cerco de Bilbao ¿quién está rodeado? ¿ellos o nosotros?. No te importa, estás atrapado. Solo te resta mirar y mirar ¿Es esto la guerra?. A duras penas puedes distinguir el movimiento allá abajo, en Las Cortes, donde los perros ladran a la luna. No sabes lo que tienes que ver, una luz, una silueta... ¿cómo se mueve un ejército de miles de hombres?




Al principio las arengas vigorizantes, después las largas marchas por la montaña, los reconfortantes momentos en el campamento, los primeros combates. Hace ya semanas que le viste el rostro al horror. Ya conoces la cara y la cruz de este instante del tiempo en el que estás encerrado. Tu mente ya puede viajar libremente entre la paz y el pánico. Sin avisar, sin control.


Que extraña es esta roca. Escribirás su nombre en ella, para limar su extrañeza. Tallarás el nombre que elegiste para ella, el mismo nombre que su madre: AURORA, seis letras, dos por cada hora de guardia. Quien sabe, un día cuando todo esto acabe, quizás ella suba aquí y lo lea, y recordará una historia que aun está por escribir y por acabar.


AU...




A finales de marzo, la primavera ya ha dado la cara. Has visto reverdecer el bosque a tu izquierda y ahora sólo te llega el rumor del salto de agua más abajo. La roca es expuesta y vertiginosa, dominando la ladera. Sólo el sonido del bosque ya te retorna al hogar, al fuego domesticado. A la pequeña criatura que apenas tuviste tiempo de sostener entre tus brazos antes de partir.




La roca es dura, pero cede ante la punta de la bayoneta. Otros han grabado símbolos, números... Tú también podrás, vas a buen ritmo. El trabajo te reconforta, te hace olvidar hasta dónde estás y a los miles de enemigos que están en la montaña al otro lado del valle. Un valle profundo, que separa dos ejércitos que ahora reposan vigilantes.


Levantas la vista, sabes que tienes la artillería enemiga al frente, la artillería amiga tu espalda y el campamento en una meseta, un poco más arriba. Sitiador o sitiado ¿quién lo diría? Sigues raspando la piedra a la luz de la luna.


...RO...


Repasas la O. Pondrás otra O más pequeña dentro de aquella, así tendrás a las dos Auroras, juntas, la una dentro de la otra, tal y como estuvieron hace escasos meses, cuando todo era esperanza. Las dos juntas, como si no necesitasen más universo, como si tu papel fuera únicamente tallar esta piedra en su recuerdo.



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Unos sacos terreros en la orilla de un camino y unos barriles para guarecer tu silueta. Por ahora este es el fin de tu viaje. Si lo piensas un poco, eres un blanco fácil. Y es de noche.



Estos sacos y estos barriles son ahora el confín  de la Patria. Porque ahora eres el primer defensor de la Patria y del Ejército Nacional. Ahora, en esta guardia que te ha tocado. A unos cientos de metros, doblando la curva está la barricada del enemigo. Ahora tú estás delante, aquí, en Las Carreras, con todo el ejército rebelde enfrente. Nunca un puesto de guardia estuvo tan cerca del enemigo. Los puedes ver, moviéndose, unas siluetas al otro lado del arroyo, en la ladera de enfrente, entre los sembrados, mas arriba, en las montañas, en la vieja iglesia semiderruida. Te han contado que son feroces que se mueven bien sobre el terreno.


Seguramente son mejores que tú, más valientes, disparan mejor, luchan mejor. Hicieron retroceder a Moriones en febrero y ahora estás en el punto más avanzado que Loma les logró arrebatar. Defendido a tu espalda por tu artillería, pero qué sólo y vulnerable te sientes. El miedo te paraliza. Esto no lo notará el enemigo, no lo notarán ni tus compañeros.


Las Carreras... Somorrostro... qué lejanos parecían esos nombres, casi irreales. Ni siquiera cuando te señalaron la puntiaguda cumbre del Montaño desde Castro Urdiales dabas crédito a la tragedia. Tus ojos todavía estaban ebrios de mar, un mar que habías descubierto por primera vez al descender aquel valle cantábrico desde la planicie castellana.


Qué diferentes son estas montañas de tu aldea. "Eres sólo un niño" te dijeron cuando partiste del pueblo. Tu pueblo es tan diferente a estos. Tu pueblo está como adosado al suelo de la meseta castellana, como si quisiera hacerse uno con la llanura. Tu pueblo es amarillo y marrón adobe. Tu pueblo es seco, caluroso, helador. Tu pueblo tiene calles y polvo. Tu pueblo es horizontal. La guerra te ha traído a la humedad, a la tibieza, a la hierba a lo vertical. Te sientes extraño.


Varias siluetas parecen cruzar la barricada enemiga. Te aferras al fusil, estás a punto de dar la voz de alarma, a sabiendas de que el combate te dará un papel indeseado, protagonista. Cierras los ojos fuertemente, te agachas. En tu posición aun ves las cumbres de las montañas y el campanario de la vieja iglesia, erizados de enemigos. Pero eso no es lo que debes mirar, el peligro está ahí delante.


Te incorporas. Todo parece haberse esfumado, pero el terror se torna en pánico ¿y si están escondidos?. Haces lo que nunca creerías que podrías hacer. Sales del parapeto, avanzas unos metros hacia el arroyo. Te sientas al borde del camino. Si antes eras un blanco fácil, ahora invitas al disparo. Cierras los ojos y respiras profundamente, como si este fuera tu último aliento, quizás lo sea. La humedad entra en tus pulmones, una humedad extraña, que no has dejado de respirar desde que viniste. Antes de abrir los ojos piensas que ahora si que eres la verdadera avanzada de la Patria, has avanzado más que nadie en el Ejército Nacional. Abres los ojos. No hay nadie. Vuelves al parapeto. Nada ha cambiado.


Qué diferentes son estas montañas de mi aldea....

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La bayoneta sigue haciendo su manso trabajo. La misma bayoneta que usarás para hundirla en las entrañas de otro alma, como la tuya, a buen seguro. Otro alma con otras Auroras, unas dentro de las otras, como las tuyas. Inevitablemente.

...RA


Has acabado. Contemplas satisfecho tu labor. Su nombre tallado en esta roca extraña, que ya no es tan extraña, porque lleva sus nombres. Lo contemplas con las primeras luces del alba.


Amanece a tu espalda. Como cada día, las baterías enemigas vomitan fuego y metralla.


... AURORA



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Después del combate de finales de febrero de 1874, el ejercito liberal estableció sus avanzadillas en Las Carreras. Sendas baterías de artillería fueron instaladas en las colinas del Campón y San Lorenzo.

En la salida de Las Carreras hacia Bilbao, la carretera desciende hasta cruzar imperceptiblemente el arroyo de La Bárcena para después girar a la izquierda. Los grabados de la época muestran un puesto de vigilancia en el margen de la carretera, donde hoy en día está el grupo María Auxiliadora. Desde aquel puesto se podía observar a unos cientos de metros la barricada que había colocado el ejercito carlista para bloquear la carretera, a la altura del actual hito kilométrico 129 de la N-634. También se podía observar el camino que sube hacia Santa Juliana y todo el perfil de los montes de Triano. Posiblemente, este puesto de vigilancia era el punto donde ambos ejércitos se encontraban más próximos entre sí.


Puesto de vigilancia cercano a la N-634. "London Illustrated News". Cortesía de Jesús Arrate


El puesto de vigilancia era un parapeto construido con barriles y sacos terreros. Tenía un solo centinela.

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Durante el sitio de Bilbao, el ejército carlista tenía establecido su campamento en una pequeña meseta en los montes de Triano. Aun se conoce el lugar como "Los Campamentos"


Cerca de allí, aunque el Pico Ventana, es una cima secundaria de los montes de Triano, es un lugar privilegiado desde el que se domina, como si de un balcón se tratase, gran parte de lo que luego sería uno de los campos de batalla en los enfrentamientos de Somorrostro: A la izquierda se domina la vaguada del río Mayor, justo debajo  el barrio de Las Cortes, Sopuerta y el curso medio del Barbadún y enfrente Montellano, Mello, Peña Corvera y un poco más a la derecha Janeo, todos ellos emplazamientos de la artillería liberal.

La cumbre del Pico Ventana, está compuesta de unas losas areniscas horizontales, como los estratos rocosos de las inmediaciones. En estas losas, se pueden apreciar antiguas inscripciones que se atribuyen popularmente a los soldados carlistas que montaron guardia en ese lugar.

En una de esas inscripciones se puede leer nítidamente AURORA, con la O doblemente marcada.